domingo, 1 de mayo de 2011

Querida madre

Querida madre:
Ya va para dos meses que estoy aquí y aún no has venido a verme.
No no, así no, pensó Tania mientras arrugaba y tiraba la hoja al suelo, suena a reproche.
Querida madre:
Ya va para dos meses que estoy aquí y no tengo ninguna noticia tuya. Me siento sola.
Pero ¿qué haces Tania? ¿Estás tonta? ¿Esa es la educación que te dio tu madre? ¿No te enseñó a ser una chica dura? Otra hoja al suelo….
Querida madre:
Ya va para dos meses que estoy aquí y no he recibido noticias vuestras. ¿Cómo estáis? Yo estoy bien.
Mentira, ¿para qué pones eso? ¿No quieres que venga a verte? Si parece que estás como una reina no tendrá ninguna prisa por venir. Hoja al suelo.
Querida madre:
Tania, deja eso, tenemos que bajar a comer. Voy. ¡Vamos!, ya sabes cómo se pone “la pioja” si no estamos puntuales en el comedor…..Ya voy. Tania…¡Qué bajes coño! ¿No ves que estoy intentando escribir a mi madre?
Tania se quedó sola, resopló y se asomó a la ventana. ¡Ya me he descentrado! ¿A quién le interesa la bazofia esa que ellas llaman comida? Encendió un cigarrillo y comenzó a pensar en la comida de su madre. Mmmmmm!!! En su casa siempre olía bien, olía  a comida rica. Por la mañana olía a café, a Cola-Cao, a galletas, a pan caliente….y al mediodía…¿A qué olía al mediodía? Ya no lo recuerda, desde que su madre se casó en segundas nupcias no volvió a comer en casa al mediodía. La dejaron en el comedor de la escuela. Su padrastro decía que era mucho trabajo para su madre, con el niño pequeño y todo eso….porque al de poco de la boda, nació su hermanito….ja! ¡Hermanito! Un pequeño monstruo que la desplazó en cuatro días del regazo de su madre. Primero fue el comedor de la escuela. Luego los campamentos de verano, el instituto en el internado…y ahora, ésto….dos meses ya y ni una llamada de su madre. Claro que con todo lo que la dijeron en su última visita al insti: que si rebelde, que si intolerante, que si pegaba a los más pequeños….”comportamiento disruptor”, lo llamaba su tutora. Con semejante currículo no le extrañaba nada que su madre se hubiese deshecho de ella. Todavía recordaba el día en que la acompañó hasta la cárcel aquella. Ni siquiera le permitió dormir en casa. Ella misma la recogió en el instituto y recorrieron los 200km que había hasta la cárcel aquella sin despegar los labios. Recordaba cómo la miraba de refilón esperando una señal, algo que le permitiera iniciar un acercamiento, explicarse, pero no, en menos de dos horas la dejó en manos de “la pioja” y sus labios apenas rozaron su mejilla mientras se despedía a toda prisa: “Siento no poder quedarme un ratito, tengo que recoger a tu hermano del entrenamiento. Vendré el próximo fin de semana ¿eh?” Hasta hoy.
Tania terminó el cigarrillo y tiró la colilla por la ventana, no les permitían fumar pero todas lo hacían. Miró hacia abajo, había mucha altura, si se caía, se mataba seguro. ¿Qué pensaría su madre entonces? ¿Tendría tiempo para asistir a su funeral? Sonrió y se dirigió de nuevo a la mesita donde se encontraba el último intento de carta a su madre. Querida madre, leyó, cogió el bolígrafo y escribió: adiós madre.